martes, 28 de enero de 2014

¡BOOM!

Imagina que estás tan tranquilo, leyendo lo que dice de ti el periódico o contando dinero en el salón de tu casa, cuando un cóctel molotov entra por la ventana. No sabes qué pasa, piensas que se ha extraviado, que ha sido un lanzamiento errado, que unos vándalos de mierda te acaban de joder por error. Desconcertado, corres a buscar un cubo y lo llenas de agua en la cocina. Apagas el fuego rápidamente. Entonces otro cóctel entra por la ventana y es mucho más potente que el anterior. Prende la mesa camilla, el periódico y tu estampita de la Virgen, tratas de apagar el fuego pero no eres capaz, cada vez se extiende más y más. Oyes gritos, improperios, sandeces, consignas... Por fortuna, tienes una habitación del pánico perfectamente equipada. Coges un extintor y ahora sí, apagas el fuego. Sin embargo los daños son notables. Bah, ya lo pagará el seguro. Los gritos no cesan. Te asomas a la ventana aún temiendo un nuevo cóctel que esta vez pudiera darte a ti directamente. Los ves ahí abajo, al otro lado de la acera. Son varios encapuchados, jóvenes, que no paran de arrojar cosas contra la fachada de tu edificio. Por cosas quiero decir adoquines, botellas, huevos... Pides a Dios que te perdone pero te cagas en él. Vuelves a tu habitación del pánico y coges un rifle para el que, por supuesto, no tienes licencia, se van a enterar esos hijos de puta. Cargas el arma, te santiguas y te asomas a la ventana dispuesto a todo.

Imagina que tu padre se acaba de suicidar porque el mundo no hace más que joderle. Le echaron del trabajo hace un par de años y estaba en una edad y un tiempo difíciles para encontrar otro empleo. Para más inri, la empresa a la que dedicó casi treinta años de su vida le hizo una última jugada tras despedirlo, negar toda relación laboral con él. Tu padre, que siempre había sido un luchador no se amedrentó y los llevó a juicio. Era imposible perder, había trabajado allí veintisiete años y tenía cientos de testigos para probarlo, amén de facturas, contratos, fotos y un buen abogado sindical. Sin embargo, el juez le dio la razón a la empresa y a los pocos días hizo unas declaraciones que lo dejaban todo claro: "Ya está bien con los trabajadores, se creen que siempre tienen la razón, pues no." El vaso empezó a llenarse para tu padre, la decisión del juez le impedía beneficiarse del paro, la luz, el agua y el gas subieron de precio, la hipoteca se hacía cada vez más dura sin un sueldo que mantuviera los ahorros y entonces llegó el primer aviso de desahucio y con él, la primera vez que veías a tu padre llorar desde que se murió tu madre. La gota que colmó el vaso fue la negación de cualquier prestación o ayuda gubernamental. Tu padre no pudo aguantar más y se ahorcó. Tienes claro que todo esto se podría haber evitado, tan claro como que piensas vengarte a toda costa. La suerte te sonríe por una vez, aunque sea de esta forma irónica. El presidente de la empresa para la que trabajó tu padre vive en un edificio en el que, casualmente, el juez tiene un despacho. Además, el bajo del edificio es una sucursal del banco que desahució a tu padre, el resto del edificio está en alquiler y, para terminar de aumentar la casualidad, el edificio adyacente es la sede del partido político que gobierna tu región. Convocas a tu barrio a una manifestación, pero esta vez vais a hacer las cosas bien: a muerte. Sois muchos los que lo estáis perdiendo todo por la corruptela y los tejemanejes económico-políticos, y no sólo en tu barrio o en tu región, en todo el país. Os juntáis a la hora convenida, pasamontañas, capuchas y mochilas con material incendiario, las venas hinchadas y la rabia de todo un país recorriendo vuestro cuerpo. Lanzas el primer cóctel molotov y lo cuelas por la ventana del jefe de empresa. Ya no tienes nada que perder, estás dispuesto a todo.

Imagina que eres un tipo normal y corriente. Fuiste un niño sencillo que se divertía jugando con sus amigos como todos los niños. Nunca te gustó demasiado estudiar y se te daban mal las matemáticas, tanto es así, que repetiste varios cursos en el instituto y no te sacaste el bachiller. Hiciste un módulo, no te importaba cual, solo querías que tus padres te dejasen en paz. Lo sacaste pero no encontrabas trabajo. Veías como tus amigos de toda la vida se buscaban la vida, unos con carrera, otros trabajando en el negocio de sus padres, otros escapando al extranjero... Y tú sin nada. Entonces lo tuviste claro: oposiciones a policía nacional. Lo lograste tras mucho esfuerzo y sacrificio, bueno, quizás no tanto, pero lo lograste. Te sentías genial con el uniforme y la placa, cumplías con tu deber y por fin eras alguien para la sociedad. Entonces el gobierno empezó a bajar los sueldos de los funcionarios, a recortar derechos, a robar, a proteger al corrupto y castigar al ciudadano de a pie. Las calles se llenan de disturbios, la lucha del pueblo contra sus gobernantes estalla. A ti eso te importa poco, nunca te interesó la política y nunca te interesará mientras tengas para comer. Ahí está el problema, tú también eres un funcionario que se ve afectado por las medidas del gobierno, pero la solución es sencilla, te has enterado de que los antidisturbios cobran una prima de alrededor de seiscientos euros. No entiendes por qué la gente se queja tanto, si el gobierno lo tiene todo pensado. Consigues hacerte antidisturbios y hasta a ti te sorprende lo fácil que ha sido, quizás andaban escasos de personal. Después de tus primeras salidas ya no estás tan contento con tu trabajo, no entiendes muy bien qué clase de amenaza supone una manifestación que se queja de cosas que os afectan a vosotros también, pero bueno, tu deber es cumplir las órdenes que se te den y eso haces. Una tarde llega un aviso a tu unidad, se están produciendo disturbios en un céntrico barrio de la ciudad. El subdelegado de gobierno estaba rabioso cuando llamó, por lo visto la sede de su partido, un banco, la casa de un empresario amigo suyo y el despacho de un juez que siempre ha dictado sentencia a su favor son el centro de los disturbios. Toda tu unidad se desplaza enseguida al lugar. Cuando os bajáis del furgón sois pura adrenalina, la charla que os ha dado el jefe de vuestra unidad os ha puesto a mil por hora. Vais directos a los encapuchados dispuestos a todo.