martes, 12 de noviembre de 2013

Obsesión

El clásico sudor frío. A mares. Mis cejas se mostraban insuficientes para contener tanta culpa como brotaba de mis poros y así, una intrépida gota se lanzaba desde mi nariz haciéndose añicos en el suelo. Aún me temblaban las manos y retenía en mi cabeza el ruido sordo de hace unos segundos. La gente corría despavorida por todas partes, sin comprender nada. Yo seguía quieto allí, sudando y sin saber muy bien qué tenía que hacer ahora. Así que me decidí por salir del estudio y fumarme un cigarro.

Es la tercera vez esta semana que sueño que mato a Carlos Sobera. Con un tiro justo entre las cejas y diciéndole, segundos antes de apretar el gatillo, con el cañón bien apretado contra su frente: ¡Presenta esto hijo de puta! ¡Presenta este programa con tu carisma y tus cejas de mierda! ¿Sabes cómo se llama? ¿No? Pues se llama “Pégale un tiro a un presentador de mierda y fóllale la boca a Martina Klein hasta que vomite en un anuncio”, así se llama, hijo de puta.

No es que me preocupe en exceso soñar que mato a Sobera, de hecho quizás no me importaría, lo que pasa es que no entiendo por qué a él, ni por qué así, ni por qué lo de Martina Klein, no sé si Sobera tiene mujer e hijos, pero Martina sí y no está bien hacerle esas cosas a una madre en la tele, bueno, ni en ningún sitio a no ser que seas su marido y te lo consienta o ella se dedique al porno. En cualquier caso, divagaciones y conjeturas ético-morales aparte, es rallante soñar tres veces con el mismo sueño exacto, hasta el más mínimo detalle. La señora gorda que suelta el abanico en cuanto me ve entrar con la pistola, el joven cámara becario que no sabe si grabarlo todo o intentar pararme, el técnico de sonido que con los nervios pincha un politono de Juan Magán a toda hostia… Joder, es que hasta la banda sonora del sueño es chunga y rallante. Y luego salgo tan tranquilo a fumarme un cigarro de una marca extraña. En las letras junto al filtro pone “MRDL”, en el momento del sueño me quedo intrigado sin saber qué demonios son esas siglas, pero ahora pienso que igual quieren decir “Manuel Ruiz De Lopera”, cuadraría mucho con la atmósfera del sueño y además tuve una época en la que soñaba que Finidi me enseñaba a bailar tango. ¿Qué me pasa en la cabeza? ¿Por qué sueño estas mierdas? Calderón de la Barca era el de “La Vida es Sueño”, ¿no? Pues ese cabrón nunca soñó con pegarle un tiro a un presentador al que un país entero adora, al menos no lo soñó antes de escribir lo de “y los sueños, sueños son.”

 El caso es que ahora cada vez que veo a Sobera presentando algo o a Martina Klein anunciando algo en un descanso de algo que presenta Sobera, no puedo evitar sentir un leve hormigueo por todo mi cuerpo, arquear una ceja y apuntar a la tele usando mi mano como arma. ¡Pam, pam, pam! Y todo reventado. Cago en Dios que sí. Menudo gustazo, que tranquilidad luego, no volver a oír esa risa estridente, no volver a ver esas cejas tan inquietantes bailar sobre la frente de ese tío, no saber ya más de la familia de la Klein, no tomarme un chupito cada vez que anuncia algo… Al fin la libertad. Sin embargo, tras ese instante de éxtasis y ligereza interior, algo se nubla dentro de mí. Comienzo a sentirme mal, desorientado, confuso y el estómago, antes inundado de mariposas que batían sus alas en un esfuerzo por hacerme flotar, ahora parece esforzarse en digerir sus cadáveres aún aleteantes. Menuda revoltura. Ni siquiera fumo, pero para estos momentos siempre tengo una cajetilla a mano y me veo obligado a fumarme un cigarrillo. Nunca miro las letras, me da como miedo. Es que si te das cuenta es como si reviviera el sueño de alguna manera.

Estoy empezando a obsesionarme. Ayer fui a comprar el pan y a la vuelta me encontré con mi vecina del tercero, se le cayó el abanico y puso cara de terror. Yo no sabía qué había pasado e instintivamente miré bajo mi brazo y lo entendí todo, el pan que había comprado era una pistola y estaba apuntando directamente a la cara de mi vecina. Para salir del paso le ofrecí el cuscurro recién hecho con la mejor de mis sonrisas. Todo arreglado, pero qué susto. Seguí recorriendo el corto camino que separa la multitienda de mi casa y cuando estaba a unos escasos veinticinco metros del portal me encuentro con que hay dos chavales haciendo unas entrevistas con una cámara y un micro. Se me acercan y de muy malas maneras les mando a tomar por culo, pero el cámara intenta que me pare mientras sigue grabándome. Esto es de locos. Llego al portal y un coche está intentando aparcar en mi calle, lleva las ventanillas bajadas y suena Juan Magán a un volumen como para eclipsar una rave, ¿qué coño pasa con el mundo hoy? Abro la puerta y entro en casa por fin, pero oigo unos ruidos raros. Como un gorjeo horrible. Viene del salón. Empuño bien firme la barra de pan y me decido a entrar dándole una patada a la puerta. No te vas a creer lo que vi: Martina Klein estaba de pie con un strap-on, un arnés de esos con un pene de plástico, y le estaba follando la boca a Carlos Sobera de la manera más brutal que puedas imaginar, mientras él vomitaba sobre mi alfombra. Me puse a gritarles muchísimo, hasta les pegué patadas, empujones y puños. Al final resulta que todo era parte del rodaje de un nuevo spot de Martina que promocionaba el nuevo concurso de Sobera y por rodarlo en mi casa a mí me daban tres mil euros limpios de impuestos, así que de puta madre.

lunes, 28 de octubre de 2013

Reflexión en Blanco

"El Terror a la Página en Blanco", así iba a llamarse esto hasta que, de repente, me puse a escribirlo. Ese terror existe, como muchos otros, y nos afecta también a los que no escribimos por obligación. Asumámoslo, sentarse delante de una página en blanco, ya sea esta digital o real, asusta. Claro está que asusta más si es una situación en la que se debe rellenar el espacio cumpliendo con un tiempo límite y más aún si luego alguien va a revisar y juzgar lo que has escrito, cosa que suele suceder.

A algunos este miedo casi escénico les viene por falta de ideas y es entonces cuando se aferran a eso de "que la inspiración te pille trabajando". El fallo está en que el hecho de que te plantes delante de un folio y te pongas a "trabajar", es decir, a mirar el folio y su blancura, el bolígrafo y sus formas, la tinta que le queda, los pliegues de la cortina, etc, etc... No implica que te vaya a venir la inspiración. Parece algo obvio, pero los escritores a veces somos así de cerriles. A otros les entra el pavor porque no son capaces de llevar al papel la multitud de ideas que tienen en su burbujeante cabeza y entonces deciden coger otro folio y llenarlo de anotaciones, esquemas, dibujitos y cosas así que al final terminan por no convencerles y regresan al folio que, evidentemente, sigue en blanco y todo vuelve a empezar.

Quizás pueda parecer que voy a dar algún consejo o a contarles mi secreto para superar este pavor, pero no. Nada más lejos de la realidad. No soy nadie para aconsejar a nadie cómo escribir y además he escrito esto simplemente porque escribo, me apetece y me gusta escribir y ya está.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Polvo

A veces remover el polvo es la mejor manera de cambiarlo de sitio. Parece obvio, pero esto lo sabe poca gente. Así, muchos dedican buena parte de su existencia a ordenar, clasificar, limpiar, almacenar, etc. Yo dedico la mía a blasfemar y soy alérgico al polvo, así que me interesé bien temprano por saber cómo cambiarlo de sitio mientras me cago en Dios, lo que pasa es que al final uno se da cuenta de que la mayor parte de las veces, sobre todo para un alérgico como yo, es más útil no cambiarlo de sitio, si no simplemente entenderlo como un guardián de esas cosas que no has necesitado en años y que probablemente no volverás a necesitar, pero que, el día menos pensado, cuando una rata se muere en tu bodega, por ejemplo, saldrán a la luz bajo ese polvo denso. Sentirse como un arqueólogo sin salir de casa no tiene precio, bueno sí, aguantar el olor a mierda de rata, pis de rata y cadáver de rata, en mi caso todo esto acompañado de toses y dolores de hombro. Pero bueno, que está guay.

A lo que iba, remover el polvo es la mejor manera de cambiarlo de sitio, porque, al igual que la energía, el polvo ni se crea ni se destruye, pero este cabrón ni se transforma ni hostias ni ná, es polvo y punto y está siempre en todas partes. Cierras algo durante años, de una manera medianamente hermética y el puto polvo está ahí cuando la rata se muere en tu bodega, no sabes cómo demonios ha entrado ahí, pero ahí está, mirándote con sus minúsculos ojos de ácaro, dispuesto a hacerte estornudar y sentir nostalgia, porque, reconozcámoslo, el polvo es a las cosas lo que el blanco y negro al cine o el sepia a las fotos. No quiero decir que el blanco y negro o el sepia te hagan estornudar ni te miren con ojos de ácaro, pero sí que dan como nostalgia, ¿no? Estás ahí decidiendo qué cosas se pueden salvar de los estragos de las ratas y el tiempo y qué cosas no y van saliendo reliquias: una postal enviada en 1921 a Casas del Monte, la cartilla de la mili del recluta Guardiola, un cuaderno de la gran ilustradora y contadora de cuentos Blanca-Esther allá por el 65, cientos de libros de una infancia ya lejana pero que sigue viva y sobre todo polvo, mucho polvo.

Las ratas, como estoy pudiendo comprobar, no respetan nada, han cagado en muchas páginas de Agatha Christie, se han comido trozos de Mortadelo y Filemón y una de ellas eligió morir abrazada a una especie de Action Man de mi niñez, mientras que la otra se recostó en el canto interno de un libro de rol de Los Cazafantasmas, dejándolo inservible. Creo que empezaré a guardar fotos del rey y banderas de España a ver si hacen lo mismo. Jodidas ratas fascistas. Sin embargo, me sorprende de alguna manera que las cosas que tienen mucho polvo muestran pocos indicios de ataques roedores, lo cual claramente indica dos cosas: que a las ratas también les jode el polvo, quizás son alérgicas, y, que si pasas una rata por encima de algo con polvo, el polvo cambia de sitio.

Hay algo que me inquieta, creo que puede haber una conspiración de los Illuminati del Nuevo Orden Mundial para reintroducir el polvo en nuestras casas de alguna manera, porque si no fijaos en lo siguiente: millones de personas barren su casa, llenan con dificultad el recogedor, luchando durante angustiosos minutos con la fina línea de mierda que no es capaz de subir el borde del recogedor ni con la ayuda de la escoba y tras esa titánica lucha, tiran el contenido del recogedor a la basura. Echad cuentas, varias toneladas de polvo van a la basura diariamente, pero no vemos nunca montones de polvo enormes, sí de basura, que unos operarios se encargan de separar, y en esa basura va el polvo y esa basura la trituran y jamás aparece polvo por ningún sitio, pero en nuestras casas sigue apareciendo. La gente cree que los chemtrails son ráfagas químicas para fumigar a la población, yo creo firmemente que lo que rocían es polvo reciclado y que ese negocio mueve millones. Las grandes empresas de escobas, recogedores, bayetas y plumeros financian estos crímenes contra la humanidad con el solo propósito de seguir enriqueciéndose. Pensadlo por un momento, el polvo es universal o casi, nunca se ve polvo en un documental del Amazonas, claro que no, allí nadie pilla una escoba y se pone a barrer, no se genera dinero con eso. Sin embargo, las grandes compañías de la limpieza de polvo se están encargando de deforestar las grandes selvas del mundo para que a alguien le preocupe cambiar el polvo de sitio allí. Avisados quedáis.

En definitiva, que ser alérgico y blasfemo me convierte en un claro objetivo para esa gente de Vileda y cosas así. Que les jodan, pienso seguir barriendo con una escoba hecha de ramitas y echando el polvo a la calle para que no puedan reciclarlo. En realidad no barro mucho, soy alérgico, prefiero dejar el polvo quieto en su sitio para que no me la jueguen. Creo ese vacío en su sistema, acumulo polvo para que no puedan reutilizarlo, pero me llevan ventaja, claramente han sido ellos los que han metido ratas en mi bodega y las han matado usando algún veneno raro, luego se han llevado parte del matarratas para que pensemos que se lo comieron las ratas y han estado un tiempo distribuyendo mierdas de rata por la bodega para que todo parezca realista, eligiendo minuciosamente dónde dejar las ratas muertas y qué libros y cosas llenar de mierda. Cabrones.

Si acaso la cosa fuera a mayores y me convirtieran en polvo, predicad mi palabra, yo os revelo la verdad para salvaros, hermanos del polvo.

viernes, 2 de agosto de 2013

Tiempo Maldito

Me he encontrado hoy un cuaderno de cuando tenía doce o trece años y jugaba a ser poeta. Con la morriña me he decidido a publicar aquí uno de los poemas de aquel entonces tal cual aparece en el cuaderno.

El tiempo no pasa,
resbala por las calles,
aullando a luna de brasa,
carcomiendo sus pañales.
Mis huesos podridos
comenzaron a fallar
al morir aquel niño
ahogado en su callar.

Quiero y no puedo
volver del olvido,
soy trovador cuerdo,
soñador de sueño herido.
Si no hay consuelo,
no hay daño.
Si no quedan duelos
no hay muerte este año.
Te odio,
reloj,
mides mi destino,
muerto estarías mejor.

Quemar este cuaderno,
que no callarán campanadas,
no es posible con fuego
ni con bocas calladas,
que es el cuerno
que tocan las palabras.
Ellos sesgan el cuello
de quien ama salvarlas.
Minutos en vuelo
borran hojas aladas,
quietas en el suelo.
Segundos son balas,
las voces el pueblo,
décimas metralla.
¿Quién muere? preguntas,
ojalá ese sicario,
con todas sus culpas,
cace al calendario.
Ya somos arena
movida por el viento,
no ha sido pena,
ha sido el tiempo.

viernes, 26 de julio de 2013

Humano

Ya ha despertado y no me queda ningún sedante. Las cuerdas de la cama van a romperse, si es que no estaban rotas ya. Cuando sea capaz de mover sus adormecidos miembros, probablemente se quite las cuerdas de encima y luego se arranque todos los cables que monitorizan su actividad. En mitad del desconcierto, aturdido y todavía drogado, volcará la cama con furia, como quien derroca a un opresor por la fuerza inútil de las armas y sólo podré rezar porque en ese momento no recuerde nada aún. Luego se acercará a la ventana, como queriendo saber qué hora es, como si eso tuviera alguna importancia, y la luz le hará mucho daño en sus ojos casi ciegos por la pereza, es probable que entonces decida lanzar una silla vieja por la ventana, en un intento animal de destruir aquello que le ciega, y que el ruido de los cristales de desconcierto le asuste y, si no se tira por la ventana, huirá a cobijarse junto a la cómoda, allí donde no llegue la luz. Pasados unos segundos reparará en la cortina y será su armadura, que tapará la luz y filtrará el aire enrarecido para unos pulmones alimentados de manera artificial durante tanto tiempo. Acto seguido, recuperada ya la calma en mitad de la tormenta que se le estará viniendo encima, intentará, sin saber cómo se hace, abrir la puerta que lo separa del pasillo. Cuando súbitamente recuerde que lo que hay que hacer es girar el pomo y tirar o empujar, le volverá la rabia a sangrar de las encías porque se dará cuenta de que hay tres cerrojos echados y cinco candados sin la llave puesta. Habrá empezado a recordar y buscará la manera lógica de atravesar la puerta, sin embargo será la desesperación su llave, que le llevará a volverse loco y animalizarse de nuevo, su fuerza hará trizas la puerta y todo lo que usaba para mantenerle encerrado allí. Ya en el pasillo no sabrá hacia qué dirección virar su timón. Ni siquiera sabe lo que está buscando pero lo busca, y encontrarlo es su única obsesión. Por azar, tomará el desvío de la derecha y se encontrará con el despacho, lleno de papeles que le son ajenos, de fotos de gente que no recuerda pero que estimulan algo dentro de él, de libros que no sabe ni quiere ahora leer, de retazos de su pasado que ya no son más suyos ni de nadie. Sigue recordando, vamos pequeño. Un cambio de rumbo le llevará a arrojarse por las escaleras, imbuido de un poder surgido de lo más hondo de su propia condición. Ya empieza a saber qué busca aunque no por qué. Pasados unos quince minutos más de inmediata posguerra por el resto de la casa, sin encontrar nada que merezca la pena, sin recordar nada nuevo, habiendo limpiado yo previamente la casa de todo su pasado, descubrirá la puerta que lleva al búnker y bajará las escaleras despacio, para que no sepamos que viene.

Y ahora que ya está aquí, va a matarme y después, hará todo lo posible por recordar por qué siente esa necesidad ineludible de encontrarte y destruirse para siempre contigo.

lunes, 22 de julio de 2013

Desde mi Atalaya

- Desde mi atalaya puedo ver el mundo.
 - ¿Entero?
- Bueno, lo que queda de él.
- ¿Y qué es lo que ves?
- Te lo estoy diciendo, el mundo, entero o casi.
- Ya, pero yo quiero que me cuentes algo más concreto.
- ¿Como qué?
- Pues no sé, en plan: "Por las mañanas veo a Marichalar haciendo break frente al espantapájaros."
- Gilipollas.
- Venga, va, que sabes que es broma. Cuéntame lo que ves, porfa.
- Vaaaaaaale. Pues a ver... ¿Por dónde empiezo? Es que tampoco veo todos los días lo mismo, ¿sabes?
- Ya me imagino, pero bueno, tú cuéntame lo que ves, así en general.
- Pues antes de ver nada, justo antes de abrir los ojos, una hora antes del alba, lo primero que hago es masticar el aire que viene cargado de aromas de hierbabuena y fruta fresca y lo saboreo. Luego abro los ojos, me desperezo y dejo que las finas gotas de rocío, que casi huelen a limón, se desperecen también por mi cara, mis manos y mis pies descalzos. Hundo las manos en la tierra y dejo que las pequeñas raíces le den besos con lengua a las yemas de mis dedos. Me pongo en pie y saludo a la brisa aún nocturna, que casi llega tarde a casa con el sol persiguiéndola. Busco la luna, prácticamente escondida a mi espalda, y planeo con ella como gastarle bromas al sol cada mañana. Ahora ya comienzo mi búsqueda diaria, cojo los prismáticos y miro desde mi atalaya hacia el mundo. Unos padres se despiertan con el sollozo de su hijo mientras los hijos de otros, aún sin dormir, se afanan en explorar nuevos métodos de futura paternidad. Unos hijos pierden a sus padres por la heroína mientras la heroína pare nuevos hijos. Sale el sol, es inevitable. Aquella muchacha despierta madruga y sale sin camiseta a la terraza, sus ojos verdes, aún somnolientos, parecen derramarse sobre su blanco cuerpo cuajado de pequeños rubíes mientras sus flamígeros cabellos intentan llegar al suelo desde la tumbona, como lenguas de lava. A la vez, la dulce niña de carne color de cristo y ojos de ónix tallado llega a casa, harta de calle, tras un duro día de trabajo, tan duro como son todos sus días, y, sin limpiarse ni la sangre ni las lágrimas, se pone su ropa de niña y coge sus juguetes en un vano intento por recuperar la infancia que se empeñan en robarle. Después de esto vienen unas horas muy feas, por un lado gente con trajes ridículos y maletines, gafas de sol, ascensores, sonidos molestos, coches, ruido y por otro muchísima más gente mal vestida, casi desnuda a veces, con una especie de bolsas de tela o sin nada, entre ruidos más molestos, entre basura o hacinados en sitios horribles fabricando y consumiéndose en el proceso, todo aquello que los del primer lado consumen. En estas horas siempre hago un descanso, hay muy poco que ver y ese poco suele ser muy desagradable, así que saco mi pipa y la cargo bien, hasta arriba, que casi cueste que tire. Que me juzguen si quieren, pero sin mi nube de humo no podría soportar tanto como veo. A estas horas ya lo más típico es gente poniéndole los cuernos a otra gente, la otra parte de la pareja está en el baño del trabajo con el compañero que más se emborrachó en la fiesta de navidad de la empresa mientras su pareja se emborracha para seducir al que vino a arreglarle el baño de parte de la empresa del seguro o la doctora que examina al paciente mientras su marido espera impaciente que alguien vaya a revisar su examen, también he pillado al panadero con las manos en la masa mientras su mujer le mete mano al primer pan duro que pasa y hasta el hortelano se pasa de berenjena a fresca lechuga mientras su Hortensia hace un pisto con verduras de medio pueblo. Y con esto se nos ha ido media mañana, el sol está tan alto como todos los amantes y castiga las espaldas descubiertas y los culos al aire. Esas sonrisas de metacrilato fingido vuelven a sus casas, aquellos que las tienen, y los que no, siguen vagando por ahí, se van de putas, se meten un pico, rezan, se buscan la vida para mantener a los suyos, entierran a sus muertos o se comen su carne, pillan algo de comida basura o van al japonés de la esquina, esas cosas. Entonces llega la negra siesta con su quietud horizontal y, como por ritual obligado, los falsos amantes de vida legal hacen como que se aman o, al menos, duermen juntos, en un silencio roto por el zumbido de la tele o de algún insecto portador de enfermedades, como una desbrozadora gigante que viene a talar su casa, por ejemplo. Entonces alguno despierta y prepara café o le atizan para que siga recogiéndolo o no cobrará sus dos dólares de hoy. Algunos vuelven al trabajo y a otros el trabajo les vuelve la cara, la espalda, las tripas y el alma, hasta la vida a veces y a esos que preparan el café se la suda mientras no les falte el grano molido. A partir de este momento se repite más o menos lo que pasa antes de que la gente termine de ponerse los cuernos, pero sin cuernos, ahora los del primer lado se agobian porque tienen que acabar todo el trabajo que atrasaron por follar y los del otro lado intentan sobrevivir a otra jornada más sin que el agobio tenga sentido y la vida se los folle. Así que ahí aprovecho y como algo, algo ligero, no soy muy comilón y si me harto me entra el sueño y me pierdo algo de las últimas horas, que ya me pasó un par de veces y me da mucha rabia. Para cuando termino, la gente sale de sus trabajos mientras los del otro lado están ya tan sólo a unas horas de acabar su jornada. La hermosa muchacha de la cabeza en llamas se prepara para lucir la mayor cantidad posible de su incipiente moreno mientras la pobre hija de la carne de cristo se resiste a desnudarse ante quien podría ser su padre, cómo desearía que su piel pudiera confundirse con la nieve y perderse para siempre en las montañas y cómo anhela el color de los pies descalzos del pobre la primera, para ser la más parda de las gatas de esa noche. Y mientras todo un día pasa, el viejo del sombrero de pesca verde no se ha movido ya en tres meses del hoyo donde el gobierno echó los cadáveres de su familia y a la vez, parece que ha estado en mil sitios y otros gobiernos abren la tierra de otro sitio y sacan de allí los hijos muertos de ésta, que estorban a los hombres de negocios y los tiran debajo de otra alfombra que no esté en mitad del camino. El espantapájaros es el único que está ahí tranquilo, todos los demás tienen algo de qué preocuparse, pero él no, el sólo está ahí, quieto, como mi atalaya. Cuando siento demasiado peso, suficiente por hoy, me voy a dormir, lo que pasa por la noche se queda en la noche. Y eso es lo que veo desde mi atalaya. ¿Contento?
- Sí, sólo tengo una pega que ponerte, la atalaya no es tuya.

jueves, 27 de junio de 2013

Ícaro estudia

Me desangro en varios word con sangría, preparándome para un segundo asalto en esta batalla de aulas donde se me exige demostrar que he adquirido unos conocimientos que no quiero adquirir y que olvidaré, en la mayor parte de los casos, tras un par de semanas. Considero los seis años que llevo de vida universitaria una pérdida de tiempo. Así, rotundamente. Bien es cierto que me llevo de ese círculo algunos eruditos del vivir, que saben a mucho, pero son pocos. Así mismo debo admitir que el escaso ambiente universitario de Cáceres me ha abierto algunas puertas, normalmente muy lejanas a mi carrera, cosa que me encanta y que algunas asignaturas, sobre todo de libre elección, y algunos cursos, han cambiado mi manera de ver la vida y me han proporcionado conocimientos que espero no olvidar nunca. Sin embargo no deja de pesarme el no haber hecho lo que quería y pienso que quizás se me vayan los años sin hacerlo.

En una reflexión más agónica y jodida, me he dado cuenta de que llevo veinte de veinticuatro años que voy a hacer escolarizado. Veinte años entrando y saliendo de aulas, ¿para qué? Ni siquiera gano al Trivial. Yendo aun más lejos, pienso que veinte años son, más o menos, entre el 25% y el 30% de lo que viviré. Me han robado la cuarta parte de mi vida unas personas con batas, jerséis con coderas y tizas, que en muchos casos me han dado una educación magnífica y me han enseñado cosas que considero vitales, ayudándome a convertirme en quién soy (si es que soy alguien o algo), pero que en los últimos años no han podido o no han sabido hacer su trabajo conmigo. Todos sabemos cómo está el patio de la educación de un tiempo a esta parte y muchos sabéis que aborrezco mi carrera, haciendo sumas el resultado es claro: odio el sistema universitario español.

Ya me echo en cara a mí mismo el hecho de no haberme plantado y negarme a hacer la carrera para hacer el módulo que yo quería, así que por eso no os preocupéis. La cuestión es que hacía esto por darle un gusto a toda la gente que me presiona para que sea alguien (independientemente de que yo quiera ser ese alguien) y porque sé lo importante que esto es para esa gente y bueno, porque a mucha de esa gente la quiero más que a mi propia vida, pero no estoy recibiendo nada a cambio o eso creo. Presiones, broncas, disgustos, consejos para tener una vida que no quiero tener, lo que tengo que hacer y lo que no tengo que hacer... Obtendré algún día un título que quedará perfecto en el fondo de un cajón, para acreditar que tengo un nivel de inglés y de literatura inglesa que no será real como no lo será el de la mayoría de mis compañeros hasta dentro de unos años. Cuando tenga ese título, se me darán miles de directrices y "órdenes" para que elija mi futuro de la manera adecuada, jamás de la manera que yo quiera, porque soy joven y no tengo ni puta idea de la vida, de cómo se mueve el mundo, del dinero que hay que ganar a costa incluso de la propia felicidad, porque el dinero no da la felicidad pero sin dinero no se puede ser feliz. Manda huevos.

Sí, estoy cabreado. Sin embargo esto no debe tomarse como un ataque si no como un desahogo, porque podéis creeros que siento que el tiempo se me va en estos años y que se me hace tarde para todo lo que tengo en el cuaderno de "asuntos pendientes", con la angustia vital que todo eso da. Yo también vivo y también se algo de cómo funciona el mundo y sobre todo, se cómo me gustaría que fuera mi futuro, mi vida, mi felicidad. Si me tengo que morir en una cuneta, desharrapado, maloliente, enfermo, hambriento, sin patria ninguna, por perseguir ese futuro que deseo, cuando vayáis a reconocer mi carne pútrida no perdáis detalle de la sonrisa que os brindo. Esa sonrisa de satisfacción, de cosas bien hechas, esa guinda del pastel, ese último gesto para que sepáis que a pesar de desobedeceros, alcancé la felicidad gracias a la vida que siempre quise y que esa felicidad empezó con vosotros, pero os empeñasteis en posponerla.