lunes, 27 de agosto de 2012

Parque de los Chamizos

Me gusta sentarme tranquilo. Se oyen los coches pasar, a lo lejos a un burro rebuznar, se revuelven las campanas en su campanal, los pájaros pían y las aves con voz de Sabina graznan. Hoy sale tardía doña Teresa, que ni sé si es doña ni si es Teresa, y tras su vuelta matinal tira de una cuerda que agita unos botes y suenan, a los pájaros, como tiros de escopeta. Salen todos al galope, sobre el aire, graznando, piando y silbando un sálvese quien pueda.

Bajo este techo de chamizo el sol no se atreve a entrar. Se pueblan sus ramitas de trajes de seda mortal, ríen pizpiretas las moscas hasta que se quedan atrapadas, envueltas en esa seda como momias con sus mejores galas. Se abre el techo al cielo ayudado de los pájaros que, poco a poco, lo podan. Están casi todas sus ramitas en los nidos de todo Cáceres.

Se entrevé entre las hojas verdes la valla verde, el ventanal verde, la persiana verde, el poste verde, el macetero verde y una esperanza florecida que de fruto tras el verano.

La niña Teresa, que es ahora vieja y doña, ni se inmuta ante los gatos que su fiel y viejo Philip, el perro, espanta con su mayor esmero. Él es pequeño y guardián, de sus tierras su señor, y tiene en Teresa ama, madre y compañera y bien se yo que cariño y calor.

Este es un parque fantasma sin niños, ni fuente, ni nada. Mucho banco y mucha pintada, muchas miradas por las ventanas y dos ojos que se pierden entre letras y miradas. A veces viene un jardinero rudo, recio y silencioso al que llama por el móvil su mujer volviéndolo mimoso. Viene otras veces un operario, no se si del ayuntamiento o de la infancia, con sus cuarenta años bien entrados, y prueba como niño los columpios, el tobogán y la casita y me mira divertido y repara si se necesita.

Van las hormigas desfilando, con paso militar, como marchando, por el fino alambre y pasan sin miedo el túnel de cada agujerito en la baranda. ¿A dónde irán con tanta prisa? ¿Llegarán tarde a misa? La comida se les escapa de las patas cuando alguna inesperada cosa su camino bloquea. ¿De qué sirve entonces su hercúlea fuerza?

Han sembrado colillas, cristales, papeles y plástico, aún con tanta papelera sigue habiendo desgraciados. "Aquí no llega barrendero", eso lo piensa seguro Teresa cuando barre su reino entero. Philip va detrás altanero, no hay gato que no corra si él es la vaquilla en este encierro. Los vecinos miran desde el balcón con gestos de agobio ligero, más preocupados estarían si España pierde en el 0-0. A Teresa, a Philip y a mí la roja nos importa un bledo. Ella tiene el jardín por mundo entero, Philip siempre lleno el comedero y yo junto a mí a todos los que yo quiero.