miércoles, 22 de junio de 2011

Tesis doctoral. Introducción.

Mi hermano aún no lo sabe, pero llevo años matriculado en la carrera que él imparte: Licenciatura en historia, creación, crítica y difusión de música daño.

Recibí varias clases magistrales de gente como el oscuro y familiar Tito Mon, que me enseñó a elegir buenos títulos para los discos daño y las secciones de música daño de este blog, recordemos la célebre "Pedro J's Musics".

También hice algunos cursos con una de las leyendas vivas de la creación de temas dañinos, Pela, que forjó en mí un amplio deseo por ser monaguillo además de proporcionarme las herramientas necesarias para versionar bien una canción y crear nuevas melodías con letras dañinas.

Para complementar mi formación, asistí a algunas ponencias impartidas por otra de las leyendas de este noble arte, Macías (os aseguro que el link es resultado de buscar Jorge Macías en google), quién me enseñó que se pueden hacer canciones con todo. Mítico el tema de "El Popi".

Con todo esto, y tras algunos años de prácticas, quiero comenzar mi tesis doctoral en tan bella materia. Esta tesis, versará sobre varios hechos que se dan en el mundo de la música daño y contará con capítulos dedicados a la historia así como otros dedicados a anécdotas y curiosidades.

Sirva como breve adelanto este tema de uno de los personajes que trataré en mi tesis:


viernes, 3 de junio de 2011

Vasos comunicantes

Abrió la mesa plegable, colocó minuciosamente vasos de diversos tamaños con distintas cantidades de líquido. Lo hizo sin prisas, se tomó todo el tiempo que quiso. No dijo ni una sola palabra en todo el rato. Allí estaba, llenando vasos con precisión científica, de espaldas a las treinta personas que la observábamos curiosos. Parecía mimar los vasos como si fueran hijos suyos. Los iba colocando sobre la mesa con un cuidado extremo, cada vaso tenía su lugar exacto en la mesa. Nada era aleatorio, todo estaba calculado y medido hasta extremos propios de un loco.

Me intrigaba muchísimo saber qué iba a hacer luego con esos vasos. ¿Un concierto? ¿Una reacción química? Los treinta ojeadores nos moríamos de curiosidad. Ya no teníamos uñas y más de uno levantaba la cabeza ansioso por ver más. El silencio era total.

De repente se dió la vuelta, nos miró, la miramos, se puso detrás de la mesa y, sin mediar palabra, pegó una patada por debajo a la mesa, haciendo saltar los vasos por todas partes en una orgía de ruidos, cristales rotos y fluidos. Se acabó, había dedicado más de veinte minutos sólo para reventarlo todo después en un abrir y cerrar de ojos. Por último, entre la estupefacción general, sacó un DNI sin foto ni nombre y lo puso en el suelo sobre todo aquel caos material y al lado colocó un acta de defunción también anónima.

Ahora lo entendí todo.